El nombre de un Instituto tiene una gran
importancia, pues debe resumir lo esencial, y despertar en los que lo escuchan
o lo pronuncian, la idea maestra que le ha dado la vida y que es su razón de ser.
¡Nuestro nombre! ¡Ha levantado no pocas objeciones!
Pero, para mí es muy importante. Cuanto más pienso en él, más le agradezco a
Dios que nos lo haya dado, más importante me parece y más me alegro de que lo
llevemos.
HIJOS DE LA CARIDAD no quiere decir Hijos de la virtud del mismo
nombre, eso no tendría sentido. Quiere decir Hijos de Dios considerado como
Caridad. No somos nosotros quienes hemos dado a Dios el nombre de Caridad, es
un autor inspirado, es San Juan quien ha dicho: “DEUS CARITAS EST”
El primer Hijo de la
Caridad es el Verbo, el Hijo eterno de Dios.
Unas religiosas llevan el nombre de Hijas de la
Sabiduría. Evidentemente, no han pretendido llamarlas las hijas o las hermanas
de una virtud, sino las hijas o las religiosas de Aquel que es la Sabiduría no
creada, la Sabiduría misma. De la misma manera, nosotros somos los Hijos de la
Caridad no creada. Desde la eternidad, Dios-Caridad ha engendrado a su Hijo,
que solo puede ser Caridad. Y su Caridad mutua, que procede de los dos, es tan
interna y tan fecunda, que se convierte en una persona divina.
Decimos: el Espíritu Santo es el amor mutuo del
Padre y del Hijo. Podríamos decir igualmente: la Caridad mutua. Por eso, al
hablar del Espíritu Santo, decimos: “Fons vivus ignis, caritas, et spiritalis
unctio”: el Espíritu de Dios es Caridad. Dios es todo él Caridad.
En Dios, la Caridad no es siquiera una perfección,
es decir, una faceta, por así decir, de Dios, como el Poder, la Bondad, la
Inmensidad, la Eternidad, la Justicia, la Sabiduría de Dios. Evidentemente, en
Dios todo es substancial, pero la Caridad es más que todo, es la substancia
misma de Dios: Deus caritas est.
Podríamos habernos llamado los Hijos de la
Providencia, de la Sabiduría, de la Justicia o del Poder de Dios... Somos los
Hijos de la Caridad, verdaderamente los Hijos de la Trinidad entera. Nuestro
Señor, que es el primer Hijo de la Caridad, vino a revelar al mundo la Caridad,
el amor de Dios. Estamos llamados a dar a conocer a los pobres, a los
necesitados, la Caridad de Dios, el amor de Dios, por nuestra vida, nuestro
ejemplo y nuestra predicación.
Si el mundo encuentra la salvación, será mediante la
Caridad… ¿Se imaginan un franciscano sin pobreza, un jesuita sin obediencia,
una carmelita sin oración, una clarisa sin penitencia, un cartujo sin
recogimiento, un benedictino sin virtud de religión? Sería monstruoso.
EMILIO ANIZAN - Comentario de las Constituciones n° 6 (1920)
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