hay que
tener hambre,
pues vives
en el pan tierno
que se rompe
y comparte
en cualquier
casa, mesa y cruce,
entre
hermanos, desconocidos y caminantes.
Para creer
en ti
hay que
tener hambre,
pues tú eres
banquete de pobres,
botín de
mendigos que, vacíos,
sin campos ni graneros,
sin campos ni graneros,
descubren
que son ricos.
Para creer
en ti
hay que
tener hambre,
hambre de
vida y justicia
que no queda
satisfecha
con vanas,
huecas palabras,
pues aunque
nos sorprendan y capten,
no nos
alimentan ni satisfacen.
Para creer
en ti
hay que
tener hambre,
pues sin
ella olvidamos fácilmente
a los dos
tercios que la tienen,
entre los
que tú andas perdido
porque son
los que más te atraen.
Para creer
en ti
hay que
tener hambre,
y mantener
despierto el deseo
de otro pan
diferente al que nos venden
en mercados,
plazas y encuentros
donde todo
se compra y vende.
Para creer
en ti
hay que
tener hambre
y, a veces,
atragantarse al oírte
para
descubrir la novedad
de tu
presencia y mensaje
en este
mundo sin ilusiones.
Para creer
en ti
hay que
encarnarse,
vivir entre
los pobres,
tener muchas
ganas de compartir
los cinco
panes y dos peces
y todas las
ilusiones y necesidades.
Florentino
Ulibarri