EL P. ANIZAN CAPELLÁN MILITAR EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL (1914-1916)

Con el beneplácito de su director espiritual y del cardenal Amette, pide a la Santa Sede la dispensa de los votos religiosos.

Antes de que le llegue la respuesta estalla la guerra. Ninguna obligación le retiene en París, y su corazón le pide marchar a servir como capellán voluntario, a pesar de sus 61 años bien cumplidos, no en un hospital sino en el frente, lo más cerca posible de los heridos y de los combatientes.

La actividad apostólica será el mejor medio de superar la gran prueba por la que atraviesa, y la guerra le dará la oportunidad de madurar sus proyectos de futuro.

Con la autorización de sus superiores, los poderes del arzobispo de París y un permiso de transporte del ministerio de la guerra, el 6 de agosto parte para Verdún. Mons. Ginisty, que le conoce bien, le recibe excelentemente y le confía el ministerio pastoral de la población civil que queda en el sector de Etain, entre Verdún y Metz.

En el Estado Mayor de la plaza, el recibimiento es bueno, pero la función de capellán de sector no está prevista en el reglamento; todo lo que le pueden ofrecer es un salvoconducto permanente como capellán voluntario, y un brazalete de la Cruz Roja por si cayera en manos del enemigo. Ni sueldo, ni ayuda económica alguna, ni  prestación de víveres. Lo acepta todo con tal de poder ejercer el ministerio pastoral que tanto anhela.