y hasta
engañarme.
Sé que los
nombres no alcanzan a decirte
por mucho
que los ajuste.
Sé que los
sueños más hermosos
son
proyecciones.
Sé que las
palabras se quedan cortas
en todas sus
expresiones.
Y, a pesar
de ello,
te imagino,
te nombro,
te sueño,
y te hago
palabra e imagen
para
conocerte,
porque Tú
eres el que quiere revelarse
en esas
pobres mediaciones.
Como Padre,
tu querer es
siempre amor
y da la vida
–el espacio,
el aire, el cuerpo–
a todo lo
creado,
a nosotros
también,
aunque no lo
sepamos,
desde el
principio de los tiempos,
pasando por
nuestros días,
hasta la
eternidad.
Como Hijo
viniste a
nuestro encuentro
y te hiciste
como nosotros;
tu palabra
es vida
que ayuda y
consuela al hermano;
te haces
carne para el hambriento
y bebida
para el sediento;
santificas y
alegras nuestros pasos
y eres
viático en nuestro vagar
hacia la
eternidad.
Como
Espíritu,
tu presencia
nos acompaña
y es luz y
sombra,
fuego y
brisa
que empuja
la historia,
y a todos
nosotros,
hacia la
plenitud,
dándonos
paz, justicia, verdad y amor
día a día;
de ella
surge la eternidad.
Tanto nos
amas
que eres
Trinidad,
Dios abierto
y entregado
sin
reservas.
Lo creo,
lo siento,
lo sé.
Florentino Ulibarri