He aquí algunos fragmentos:
He comenzado este retiro con bastante tristeza, por los graves acontecimientos que acabamos de vivir tanto yo como la congregación. ¡Había tantos interrogantes!, interrogantes aparentemente tan insolubles y al mismo tiempo tan inquietantes, que me encontraba un tanto desamparado. Me parecía que Dios se ocultaba, y que permanecía tan impenetrable, que me encontraba inmerso en la oscuridad, y en medio de la tempestad.
El
pensamiento de las masas perdidas me invade y me persigue.
En
espíritu, he vuelto a estar en medio de esas masas, he rezado y suplicado por
ellas. Durante la misa conventual me he unido a Jesús en la cruz, he unido a su
Pasión las cruces que llevo en este momento, y, junto a Él, he pasado toda la
misa gritando el miserere por esas pobres gentes, y ofreciéndome a ir a ellas,
rezar, sufrir y trabajar por ellas.
Creo
que esta es la estrella de mi retiro. Esta mañana me parece que se eleva, y
siento que la paz y la confianza renacen en mí.
Mi aspiración
ha sido, y hoy lo es más que nunca, darme a las masas obreras a las que no
llega el apostolado actual. Hay masas inmensas que se pierden. ¿Dios quiere
que, en mi pequeña medida, trabaje en ello el resto de mi vida? Puede ser.
Si las
circunstancias me lo prueban, voy a pedir que me manden a uno de esos ambientes
totalmente obreros, y allí me entregaré a la gran obra de la creación de una
parroquia obrera. Espero que, además del bien local que produzca, de ahí salga
un ejemplo que arrastre.
Hasta
ahora, nadie se da a esta obra actual, tan necesaria y para la que yo creo que
Dios quizás me ha preparado particularmente.