EN NUESTRO CENTENARIO
ALGUNAS CONVICCIONES Y
RETOS DE LOS HIJOS DE LA CARIDAD EN ESPAÑA A LA LUZ DE LAS INTUICIONES DE
NUESTRO FUNDADOR, J.E. ANIZAN
Para un diálogo con
amigos y amigas encontrados en el camino
A. La base y la fuente de nuestra vida
y acción pastoral: la experiencia del
amor de Dios. Con Palabras de Anizan: “sumergidos en su adorable
trinidad”. Intentamos llevar diariamente
la vida, la acción pastoral, las personas a la oración personal y comunitaria.
Un desafío: el activismo. Que la acción pastoral no tenga de
fondo una experiencia mística sino, organización, análisis, eficacia.
B. Pasión por la
persona de Jesús. Toda ella, pero especialmente: Jesús Buen Pastor de “las
muchedumbres abandonadas y sin pastor”. Su compasión. Meditación continua del
evangelio y de la persona de Jesús.
Un desafío: que Jesús y su evangelio haga cuerpo con nosotros
para comunicarlo a nuestro pueblo, con nuestra vida y nuestra palabra, que sea
Él el único objeto de nuestro seguimiento.
De estos dos ejes de nuestra personalidad religiosa, nacen
unas convicciones pastorales,
enriquecidas en el tiempo:
1) Cercanía
al pueblo pobre y trabajador, como estilo de vida, sensibilidad,
conocimiento efectivo y afectivo.
2) Ya en tiempos de Anizan, y después
en nuestra historia: atención a no
despegarnos de la realidad concreta que vive la gente. Por eso, siempre
hemos desconfiado de planteamientos demasiado ideologizados en la
evangelización, que alejaban de esa realidad. De ahí nuestra opción por la
pedagogía de los movimientos apostólicos.
3) Una clara valoración de todo “lo humano” (un viejo prejuicio en
sectores de la Iglesia). La creación es tierra sagrada y amada por Dios, en
especial la humanidad más herida. No desesperar del mundo, de la humanidad.
Para Anizan, la principal pobreza de mucha gente del pueblo era la ausencia de
experiencia de Dios y de su amor. Por eso, pastoralmente, es nuestra principal
preocupación (también en la liturgia, los sacramentos, las actividades…).
“Devolver al pueblo la inteligencia del cristianismo”, decía Anizan.
4) Otra constante: inventivos para devolver el protagonismo a los laicos en la
Iglesia, luchando contra toda forma de clericalismo. Y muy especialmente a
los más sencillos, donde existen perlas
preciosas de gran valor. Esto es un desafío enorme, porque muchas cosas en
la Iglesia están pensadas para una Iglesia aún muy clerical.
5) Esa creatividad y libertad es
importante también para no encerrarnos
en la estructura parroquial. La parroquia es nuestro terreno privilegiado,
pero nuestro fundador siempre buscó abrir otros campos de presencia y
apostolado, donde la parroquia no llegaba, según se presentaban las necesidades,
y nosotros también lo intentamos (sacerdotes obreros, movimientos, capellanías,
iniciativas socioeducativas, etc.) Esta dialéctica no siempre es fácil vivirla
en el seno de un proyecto pastoral y como comunidad religiosa.
6) El lugar donde esta búsqueda se va
realizando es la propia comunidad
religiosa y en relación con laicos. El espacio principal es la revisión de vida y la revisión pastoral.
Nuestro “ser comunitario”, con sus luces y sus sombras, creemos que nos prepara
a enfrentar ese desafío en el terreno pastoral. Esta, junto a la primacía de
Dios, ha sido la insistencia principal de nuestros últimos Capítulos
7)
Muy ligada a lo anterior está nuestra
manera de situarnos en la Iglesia diocesana. Siempre hemos favorecido la relación, el trabajo en común, la amistad,
la comunión con obispos, sacerdotes,
religiosas y agentes de pastoral allí donde estamos. Creemos que es una de las
características de nuestro carisma. Y cuando surgen tensiones, divergencias,
etc., no aislarnos, no desesperar, cultivar los encuentros.
8) Si hubiera una categoría para resumir
todo esto, tanto en nuestra experiencia de Dios, como comunitaria, pastoral y
eclesial, nos conviene bien la que el Papa Francisco ha subrayado para toda la
Iglesia: EL ENCUENTRO.
Finalmente, hay algo sobre lo que últimamente venimos
reflexionando más, quizás por la constatación de nuestra fragilidad a muchos
niveles y la del entorno eclesial: una personalidad religiosa, individual o
comunitaria, que aúne, la creatividad, el coraje, el
emprendimiento, con la humildad y la
pobreza evangélica, lejos de todo
orgullo pastoral o ideológico. Eso evitaría desánimos y “acedias”, presentes en
no pocos compañeros sacerdotes. Lo cual exige un trabajo permanente sobre
nosotros mismos y poner nuestra confianza en el Señor, que nunca ha abandonado
a su pueblo y a su Iglesia.
Posibles preguntas para
el diálogo
¿Cómo resuenan en ti estas convicciones y desafíos?
¿Cuál es tu experiencia y tu preocupación como creyente, como
pastor/a y apóstol?
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