¿Qué nos está pasando?
“Lo imposible es posible”
Viajé a Washington para exponer la
postura que defendemos en la Fundación por Causa, aportar al debate explicando
cuáles son los errores cometidos en Europa en gestión migratoria, errores que América
Latina debería evitar.
El primer error es pensar que nada de lo
ocurrido en Europa puede suceder en la región. Pero nosotros sabemos que lo
imposible -tener a la gente confinada en campos con limitación de la libertad
en suelo europeo- es posible. También parecía imposible cerrar físicamente y bloquear
fronteras de cientos de miles de kilómetros, y ahora es posible. Lo imposible
era blindar fronteras entre países que forman parte de un acuerdo de libre
movimiento de personas, rompiendo un tratado multilateral como el de Dublín. Es
posible. Segregar, maltratar, desatender de forma sistemática a poblaciones
vulnerables, pedir a terceros países que vulneren los derechos humanos “por
nosotros”, permitir discursos xenófobos y no hacer frente a las informaciones
demagógicas sobre los migrantes… Aceptar la criminalización de los que huyen y
de los que les ayudan.
Todo eso que hace solo cinco años parecía
imposible en Europa, ahora es tan posible que está absolutamente aceptado en
nuestra sociedad. Escasean las voces críticas y contamos con muy poco apoyo.
Desde que empezaran las llegadas de ciudadanos sirios a suelo europeo, todo ha
sido acción y reacción, y con resultados que resultan muy pertinentes para
mantener una floreciente industria del control migratorio. La respuesta de
Europa consiste en externalizar las fronteras, un negocio que está engrosando
las arcas de países cuya relación con los derechos humanos es muy deficiente y
alimenta de forma incalculable a unas mafias que lo mismo trafican con
personas, que lo hacen con drogas o armas. De esto nadie quiere hablar. Es
demasiado complicado, es mejor no saberlo.
Mi discurso apocalíptico llega en un
momento en el que “lo imposible” asoma la patita en la región latinoamericana.
En Brasil ya hay campos de refugiados militarizados y gestionados por ACNUR.
México se ha convertido en el líder en deportaciones desde que en 2015 empezara
a recibir dinero de Estados Unidos para este fin. La unidad de Mercosur se ha
esfumado.
Perú y Ecuador han cerrado parcialmente
los pasos fronterizos oficiales, ahora exigen el pasaporte a los ciudadanos
venezolanos, a sabiendas de que la mayoría de ellos no lo tienen: hace cuatro
años que apenas se expiden. Los grupos paramilitares colombianos colaboran en
las mafias de movimientos de personas, las redes de trata de mujeres crecen a
velocidades insospechadas, niños extranjeros vagan solos y desatendidos por los
puntos de paso fronterizos. Aflora la xenofobia contra otras
nacionalidades, a pesar de que comparten idioma, color de piel y religión. Todo
esto sucede en países que hasta hace poco eran emisores de migrantes, y donde
ahora el número de inmigrantes crece día tras día. Los bulos, la
desinformación, el discurso político sesgado contra la solidaridad y la
humanidad se están haciendo fuertes y frecuentes, y ya resultan aceptables.
Lucía
Rodríguez Alarcón
Directora
de la Fundación por Causa
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