Un mendigo llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa… (Lucas 16, 10-31)

 No sabemos el nombre del rico pero sí el del pobre, se llamaba Lázaro. Dios sabe el nombre de los pobres. Debemos aprendernos el nombre de los pobres. Todo cambia cuando conocemos el nombre de una persona, su historia. Se llama Patrice. Es nigeriano. Pide en la puerta de un supermercado muchas horas cada día. Saca de media unos 2 euros al día. Es arquitecto. Vino en patera arriesgando la vida. Tiene mujer y dos hijos en Nigeria. No puede costearse la habitación en la que vive. Ahora vive en un sofá en el comedor de un pequeño piso. Cuando sus hijos enferman o su madre o su mujer, no puede enviar dinero. Su mujer no puede comprender que se pueda ser pobre en Europa. Está en un callejón sin salida, como tantos otros. Se llama Patrice y pide a la puerta de un supermercado. Dios conoce su nombre. ¿Y nosotros?

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