A MIS QUERIDOS HIJOS DEL INSTITUTO
Mis queridos hijos, quiero daos las gracias de todo corazón por la lealtad y el afecto que me habéis mostrado siempre de una manera tan conmovedora.
Dios nos ha llamado juntos a hacer una obra de gran interés para su gloria y para la salvación del pobre pueblo tan alejado de Dios y de la salvación.
Trabajad en esta gran obra con todas vuestras fuerzas y hasta vuestra muerte. Hubiera querido terminarla y dejarla más perfecta y más consolidada.
Para eso hubiera tenido que ser el Santo que no he sido.
Suplid lo que yo no hice y sed siempre los religiosos y los Apóstoles que Dios quiere.
Suplid lo que yo no hice y sed siempre los religiosos y los Apóstoles que Dios quiere.
En el cielo, donde espero entrar algún día, continuaré amándoos y pidiendo por vosotros.
Rezad por mí.
Sed fieles a vuestras Constituciones, a la letra de estas Constituciones que han sido aprobadas por la Iglesia y que son la manifestación de la voluntad de Dios para vosotros. Es la condición absoluta para obtener las bendiciones de Dios sobre el querido Instituto.
Amaos los unos a los otros. Que los Superiores sean verdaderos Padres para sus compañeros y que estos sean para ellos verdaderos hijos.
Yo nunca os he pedido nada para mí. Tengo un deseo que me gustaría pedir pese a mi indignidad de la que soy consciente más de lo que os puedo decir.
Seré feliz si mi corazón fuera retirado de mi cuerpo y puesto en una de nuestras iglesias, no lejos del Santo Sacramento, y que quede de esta manera en medio del pueblo obrero.
Jesús y los obreros han sido mis dos grandes amores, me gustaría mucho que me hicierais este favor, inmerecido lo reconozco, después de mi muerte.
Os espero en el cielo donde glorificaremos eternamente a Aquel al que hemos dado todo.
Vuestro padre siempre.
EMILIO ANIZAN
HIJOS DE LA CARIDAD
HIJOS DE LA CARIDAD