Hace justo una año comenzábamos nuestro último Capítulo General. Volvemos a reproducir el mensaje final:



CAMINAR DESDE CRISTO

“Para mí la vida es Cristo”
Filipenses 1, 21

Vivimos en un tiempo marcado por la “crisis”. No sólo la crisis económica sino una crisis más profunda, una crisis moral y espiritual. Una crisis que marca igualmente a la Iglesia, a nuestro Instituto y a cada uno de nosotros. Queremos descubrir también en este tiempo de crisis una oportunidad para el cambio, que se manifiesta en un aumento de la solidaridad, en un mayor compromiso en la lucha por la justicia y en un dinamismo apostólico y pastoral renovado.
Nosotros, Hijos de la Caridad reunidos en Capítulo, tras compartir durante tres semanas la situación de nuestro Instituto e interpelados por la realidad que vivimos, unidos a toda la Iglesia y a nuestros pueblos, queremos centrar nuestra mirada en Jesús, para encontrar en Él el camino, la verdad y la vida.

1.      Con un corazón agradecido.

Siempre que me acuerdo de vosotros, doy gracias a mi Dios. (Filipenses 1,3)
Cuando contemplamos la vida de nuestra querida familia, brota en nosotros un profundo agradecimiento a Dios por tanto don recibido. Es verdad que no siempre hemos respondido como debiéramos a ese don pero, pese a nuestras debilidades,  nuestra vida está llena de signos de la presencia de Dios. Cuando descubrimos la fecundidad apostólica de la vida de nuestras comunidades, grupos y obras. Cuando compartimos nuestra búsqueda apasionada de Dios. Cuando expresamos como vamos aprendiendo a vivir la fraternidad en la vida comunitaria. O cuando nos damos cuenta de que nuestro carisma sigue siendo tan necesario en nuestro mundo y en nuestra Iglesia.
Invitamos a todos los Hijos de la Caridad a unirse a esta acción de gracias por tanto don recibido de Dios. Junto al P. Anizan, cerca ya del centenario de nuestra fundación, nos unimos a su agradecimiento: “¡Qué gran Magnificat debemos entonar para Dios… a quien el Instituto le debe todo lo que es, todo lo que tiene, y que, sin duda ninguna, tantas bendiciones y tanta fecundidad le tiene reservadas en el futuro!” (Circular Lo que Dios ha hecho por nosotros y lo que nosotros debemos hacer por Él 1925)


2.      Jesucristo en el centro de nuestra vida.

…juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo y vivir unido a él. (Filipenses 3,8-9).

A lo largo de nuestra historia hemos pasado por diferentes momentos en nuestro acercamiento a Jesús. Hoy descubrimos una fuerte llamada a integrar en nuestra vida todas las dimensiones del seguimiento de Cristo que nos propuso el P. Anizan en el Triple Ideal. Tenemos más clara nuestra identidad como religiosos en el seno de la Iglesia. Aunque descubrimos también no pocas dificultades en nuestra vida cotidiana.
El Capítulo hace un llamamiento a todos los Hijos de la Caridad a centrar nuestra vida en Jesucristo a la manera del P. Anizan, viviendo una vida religiosa a la vez mística y apostólica, siendo discípulos del Señor que se entregó plenamente en las manos de Dios y de los hombres.
Aspiramos a llegar juntos a la meta que nos propuso nuestro fundador cuando dijo: “Que Nuestro Señor, el Santo de los santos, Buen Pastor y Apóstol de los pobres sea el más querido y frecuente objeto de nuestras oraciones y nuestra contemplación, de nuestro estudio y nuestras lecturas, sobre todo de nuestra imitación para que, en la medida de lo posible, cada uno de nosotros llegue a ser otro Jesucristo.” (Circular Nuestro Triple Ideal 1925)

3.      Una comunidad de hermanos que viven con los «mismos sentimientos que Cristo».

Así pues, si hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor, una comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia, colmad mi alegría, teniendo un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos lo mismo. Nada hagáis por ambición, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando a los demás como superiores a uno mismo, sin buscar el propio interés sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:… (Filipenses 2,1-5)

En este camino de redescubrimiento de nuestra identidad destaca la experiencia de la vida comunitaria. También en torno a esta dimensión esencial de la vida religiosa hemos pasado por diferentes etapas. Hoy, animados especialmente por las generaciones más jóvenes de los Hijos de la Caridad, descubrimos como algo imprescindible en nuestra vida cuidar más la experiencia de la fraternidad. Queremos ser hermanos que van juntos a Dios y al pueblo.
Pese a esta evolución, no son pocas las dificultades que atraviesan la mayoría de nuestras comunidades. Estas dificultades nos hacen descubrir que aún sigue siendo un reto lo que nos piden nuestras Constituciones: “Con nuestras diferencias, aprendemos a ser hermanos y a sentirnos corresponsables de la fidelidad de cada uno a nuestra vocación.” (N. 48).
Hacemos un fuerte llamamiento a todos los Hijos de la Caridad a trabajar cada día para construir la fraternidad en la comunidad teniendo entre nosotros “los mismos sentimientos que Cristo” como nos recuerda el apóstol. En Jesús encontramos el ejemplo supremo de fraternidad.
Unidos al P. Anizan tenemos en cuenta este deseo que expresó en su testamento espiritual: “Que permanezcan siempre fieles al espíritu de caridad mutua… Sin ella nuestra familia no tiene razón de ser, y si no puede ser en la Iglesia levadura de caridad evangélica, más vale que desaparezca…” (1927)

4.      El testimonio de nuestra alegría.

Estad  siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que todo el mundo os conozca por vuestra bondad. (Filipenses 4, 4-5).

No es fácil hablar de alegría cuando somos testigos de tantas desgracias en nuestros barrios. Pero es precisamente el pueblo trabajador y pobre el que nos enseña cual es el secreto de la verdadera alegría: la alegría brota de sentirse amado y tenido en cuenta. Es la gente más sencilla la que más fácilmente descubre en Jesús el deseo de Dios de amar a cada ser humano. Y aunque no faltan problemas y sufrimientos en el pueblo, somos testigos de la alegría y el gozo profundos compartidos en la vida de muchas comunidades a lo largo de todos los países en los que estamos presentes.
También en esto queremos estar muy unidos a Jesús en su alegría por descubrir esta fuente de confianza en la vida de los pobres: “En aquel momento el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los sencillos.»
Apelamos a todos los Hijos de la Caridad a que demos testimonio de que hemos encontrado un camino de felicidad al poner nuestra vida al servicio del anuncio del Evangelio entre los pequeños de este mundo. Que mostremos, especialmente a los jóvenes, la alegría de ser Hijos de la Caridad.
Queremos compartir también la alegría de María, nuestra madre. Ella encontró en el Señor la fuente de la misma: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.” Ella nos anima cada día a volver a su Hijo, a caminar desde Cristo.