Homilía pronunciada por José Miguel Sopeña, Hijo de la Caridad y delegado de pastoral de migraciones, en la fiesta de la parroquia San Rafael (Getafe).

Es un privilegio, porque es como una muestra en
pequeño de lo que es nuestro mundo, por su diversidad (de orígenes, de edades,
de sexo, de culturas y religiones…). Es una característica de las sociedades
actuales, que son cada vez más “mestizas”. Lo que aquí vivimos, los esfuerzos
de una convivencia enriquecedora, o nuestros fracasos, son como un “test” de lo
que se vive hoy a escala mundial. Los que levantan muros queriendo impedir esta
diversidad, además de crear sufrimiento, van en contra de la historia y no
aportarán nada a la humanidad.
Pero,
además de un privilegio es un reto. Hay,
al menos, tres posturas posibles ante nuestra diversidad:
-
La
desconfianza, el miedo. Que, menudo, termina en enfrentamientos.
-
La
indiferencia. Cada uno se encierra en su “mundo”, en su “tribu”, rehúye la
relación con los diferentes.
-
La
integración. Que no es asimilación, donde unos (los más débiles) se tienen que
plegar ante los más fuertes o más numerosos. La integración es construir algo
juntos,
¿Es
difícil? Sí. Pero, es un proyecto de vida. Todo en nuestra fe nos impulsa a ello. Creemos
en un Dios que llamamos “Trinidad”, es decir, “Comunidad”, en una relación de
don y acogida permanente del otro. La Iglesia también nos lo recuerda por su
universalidad y su diversidad. Los pueblos y las comunidades encerrados en sí
mismos, terminan muriendo.
Me
viene a la mente lo que me dijo una vez, en un barrio de las afueras de Manila,
donde trabajan los Hijos de la Caridad, una mujer llamada Arlène. Una de esas
personas sabias y que son una referencia para sus vecinos. Era el alma de un
taller de elaboración de tapices y colchas con los retales que la gente tiraba.
Al preguntarle sobre cómo veía ella el barrio y el papel de la parroquia en él,
me dijo: “Somos como estos tapices, hemos
venido de todas las partes del país, hablamos lenguas diferentes, tenemos
costumbres diferentes (Filipinas tiene 7.000 islas), aislados somos como esos
retales que la gente tira, pero juntos somos capaces de hacer con nuestra
pobreza, algo bello. Así es como veo yo el papel de la parroquia en este
barrio”.
Ese
esfuerzo no es fácil. ¿Qué nos exige? Se me ocurren algunas cosas necesarias:
-
Cada
uno debe “desplazarse” interiormente para dejar sitio al otro. Los inmigrantes
saben bien lo que es eso, porque han tenido que desplazarse físicamente. Pero,
todos debemos hacerlo interiormente.
-
Luchar
contra los prejuicios y los estereotipos, que falsean la realidad (los
marroquíes son así, los latinos son así, los andaluces así…). Nos relacionamos
ante todo con “personas”, con nombres y apellidos, no con imágenes fijadas para
siempre.
-
Tender
puentes y destruir muros.
-
Tener
el coraje de construir algo juntos, que sirva para todos.
-
Y
cuidar muy en especial a los más frágiles.
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