Queremos expresar nuestra cercanía y apoyo a todas las
víctimas de los atentados de París. A nuestros hermanos franceses, a las
comunidades parroquiales que acompañan, en esos barrios de las periferias de
París.
Los que más se parecen a Dios son los que trabajan por la
paz, no los que matan en nombre de Dios. Ante tanto dolor y odio, solo nos
queda compensar tanto mal con todo el bien que podamos aportar a la humanidad.
Empeñarnos en ser artesanos de la paz, crear un clima de convivencia a nuestro
alrededor que haga posible el encuentro, la fraternidad y la concordia.
Pensamos también en el dolor de tantos musulmanes escandalizados
ante tanta barbarie. En todos nuestros barrios convivimos con vecinos y vecinas
musulmanes que trabajan como nosotros por la convivencia. Creyentes como
nosotros en el Dios de la paz.
A la luz del evangelio de hoy, se nos ofrece la imagen de un
Dios que está muy cerca de cada uno de nosotros, cuando la vida se tambalea. “Cuando
veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta.” Un Dios que
está muy cerca, esperando a la puerta de nuestro corazón a que le abramos para
devolvernos la luz que hemos perdido, para consolar nuestro dolor.
Esa luz que tanto necesita nuestro mundo. Como esas pequeñas
luces que lleva la gente a los lugares donde se han producido los atentados. Que
la luz de Dios alumbre nuestro camino hacia la paz.
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