
Tú que has saciado nuestra sed de amor,
ahora mueres sediento de consuelo.
Tú que has saciado nuestra sed de paz,
ahora mueres rodeado de violencia.
Tú que has saciado nuestra sed de
misericordia, ahora mueres sediento de compasión.
Tú que has saciado nuestra sed de perdón,
ahora mueres condenado.
Tú que has saciado nuestra sed de
fraternidad, ahora mueres abandonado.
Tú que has saciado nuestra sed de fidelidad,
ahora mueres traicionado.
Tú, “el agua viva” ahora tienes sed.
¿Cómo saciar tu sed Jesús? ¿Cómo saciar
una sed tan profunda, tan infinita? ¿Cómo saciar la sed de Dios?
A ti que tanto nos has consolado hoy
queremos consolarte. A ti que tanto nos has acompañado, hoy queremos
acompañarte. A ti que tanto nos has perdonado, hoy te pedimos perdón. Perdón
por nuestra crueldad. Perdón por nuestra violencia. Perdón por nuestra
iniquidad.
Jesús sigues teniendo sed. Sed de
justicia: en tantos hombres y mujeres que no encuentran trabajo, que son
descartados, que sobran.
Sed de paz: en tantos pueblos que
viven cada día la violencia. En tantos
cristianos asesinados por el fanatismo religioso.
Sed de consuelo: en tantos enfermos, en
tantos que sufren.
Sed de perdón, sed de fraternidad. Sed.
Sigues diciendo hoy: “Tengo sed.”
¿Cómo saciar tu sed Jesús?

Tú que dijiste: “Quien dé a beber
un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su condición de
discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa.” Queremos Jesús, que
nuestro vaso de agua fresca no falte para apagar la sed de los pequeños, de los
sedientos.
¿Qué es un vaso de agua para tanta sed?
¿Cómo podrá apagar un vaso de agua el incendio de este mundo? Es bien poco,
pero te lo entregamos.
Nosotros también tenemos sed, tenemos sed
de saciar tu sed.